Resumen
Hace más de 20 años, tuve la oportunidad de escribir un editorial para esta misma revista, titulado “Ciencia perdida en el tercer mundo” (Rev Ecuat Neurol 1995;4:41). En dicho editorial, se describía la realidad de muchos de los investigadores latinoamericanos y sus obstáculos para publicar en revistas internacionales indexadas. Esto traía como consecuencia, la publicación de sus investigaciones en revistas locales o no indexadas, lo cual, a su vez, las condenaba al anonimato. Las razones esgrimidas (por los investigadores) para explicar el rechazo de sus publicaciones eran múltiples, incluyendo el hecho que los editores de revistas norteamericanas y europeas no consideraban importante lo que los investigadores de América Latina – y en general, de los países del denominado Tercer Mundo – podían aportar. De igual manera, en esa época hubo un par de declaraciones muy fuertes por parte de editores de revistas médicas de reconocido prestigio a nivel mundial. En una entrevista, el editor de la revista Science (Floyd E. Bloom) dijo que
“los investigadores que cometen errores de lenguaje y escritura al redactar sus manuscritos, deben cometer los mismos errores de inatención al realizar sus experimentos e investigaciones,”
y el editor del New England Journal of Medicine (Jerome P. Kassirer) mencionó que
“los países pobres tienen que preocuparse de recibir consejos sobre nutrición y vacunación infantil y no de recibir consejos editoriales; en estos países no hay ciencia.”